Raíces de humildes comienzos
Huele a trabajo duro y a lazos familiares
Al crecer en una pequeña ciudad, el olor a humo ajeno no era sólo un olor; era un recordatorio del polvo, el humo y la grasa que impregnaban nuestras vidas. Era el aroma del trabajo duro lo que definía mi educación. Mi padre, leñador y camionero como muchos en nuestra comunidad, era la encarnación de la humildad, la amabilidad y la dedicación inquebrantable. Sus agotadoras jornadas laborales de 10 a 12 horas y sus largas estancias en los campamentos de leñadores forjaron una fuerte ética del trabajo en nuestra familia. Mientras mis dos hermanos y yo trabajábamos en nuestra granja en su ausencia, le echábamos mucho de menos, sobre todo cuando surgían problemas.
Cicatrices del bosque
El precio del trabajo peligroso
En un mundo en el que la explotación forestal es una de las ocupaciones más peligrosas, el aspecto de mi padre lo dice todo. Su cojera pronunciada, las cicatrices en manos y cara, los dientes que le faltan y los que le han sustituido... todo son cicatrices de batalla por lesiones relacionadas con el trabajo. Los peligros de la tala no se limitan a las estadísticas, sino que están grabados en el tejido mismo de nuestras vidas.
De las botas a los zapatos de vestir
Un viaje de casa a Salt Lake City
Hoy me encuentro en Salt Lake City, a un mundo de distancia de mi ciudad natal. Trabajo en una oficina, adornada con una cómoda silla y un escritorio a medida, vestido con pantalones y zapatos de vestir, muy lejos de las botas y los vaqueros de mi juventud. A veces me siento traicionado por mi educación y me pregunto si he tomado la decisión correcta, porque mi vida me resulta extraña. Añoro los días de la tala, el corte de leña, el corte de ramas y el trabajo agrícola. Añoro la camaradería de las personas trabajadoras y sencillas que dan forma al mundo con su sudor y determinación: mi gente.
Sangre, sudor y lágrimas
Un compromiso con las personas y los problemas reales
En última instancia, sé que tomé la decisión correcta al hacerme abogado. No represento a empresas de medias de seda ni a defensores de seguros vendidos. En cambio, defiendo a personas reales con problemas auténticos. Defiendo a quienes sacrifican sus cuerpos por la prosperidad de sus empleadores. Mis clientes no son sólo clientes; son familia. Igualo su sangre, sudor y lágrimas con los míos porque cuando me siento frente a un cliente, veo a mi padre. Recuerdo momentos en los que él no podía trabajar debido a lesiones y a vecinos que perdieron la vida o algún miembro en el trabajo.
Mi padre me inculcó la creencia de que cualquier trabajo, bien hecho y con integridad, es motivo de orgullo. Me siento orgulloso de mis raíces, orgulloso de quién soy y honrado de ayudar a las personas, los Davids del mundo, a enfrentarse a sus Goliaths.
Credenciales profesionales y asociaciones
Quisque aliquet, libero consequat elementum convallis.